Nuestra Historia

Aspectos Históricos de los Esteros

Hacia el año 500 a .C., grupos denominados Caingang se asentaron en el sur de Brasil y en la Mesopotamia Argentina. A partir del Siglo IX, estos grupos resultaron paulatinamente absorbidos por los progresivos avances guaraníes, asentados sobre las tierras altas, en las riberas de los ríos colectores de la cuenca del Plata.

El encuentro entre Guaraníes y Caingang genera el desplazamiento de estos últimos hacia el interior de Corrientes. Los Caingang eran descendientes del grupo Guayanas y pertenecientes al grupo “Ge” (Antonio Serrano, 19XX). Una parcialidad de estos, los Caracaraes o Cara-Caras se asentaron en toda el área de los Esteros del Iberá.

Al respecto, José Cruz Rolla, en su trabajo “Ande Ipicuera Reta”, comenta “tenían fama de nación pérfida. Se sabía en 1535 habían hecho perecer traidoramente a un buen número de españoles” ”Decir laguna de los Caracaras era como decir: No se pasa” Asimismo, respecto de la desaparición de esta etnia, el mismo autor relata “Saltando de isla en isla, el nunca habido caracara fue escondiéndose en las profundas marañas hasta que lo tragó el misterio de la laguna inmolada”.

A partir del siglo XV se inició un proceso cultural de guaranización y la influencia guaraní asimiló poco a poco a esta parcialidad aborigen, los Caracaras, primitivos pobladores de área ribereña.

En el siglo XVI el área Iberá fue habitada por los Caingang con una fuerte influencia de la cultura guaraní.

En los siglos XVII y XVIII se instaló el modelo socioreligioso Jesuítico, incorporando al guaraní al trabajo en las estancias ganaderas. En 1588, la fundación de la ciudad de Corrientes y el inmediato perfil ganadero que se le dio a la región marcó el escenario de los dos primeros años del poblamiento correntino.

Hacia el año 1650, la ocupación del área de las misiones se extendió dando origen a los pueblos de La Cruz , Santo Tomé y Yapeyú.

Hacia 1760, las vaquerías fueron cambiándose gradualmente por las estancias ganaderas, existiendo una incipiente radicación de población en las cercanías de los cascos de las mismas.

Entre 1761 y 1810 se produjo el avance del poblamiento desde el oeste correntino. Esto trajo serios conflictos jurisdiccionales con las estancias de los pueblos misioneros lindantes con el río Corriente, convirtiendo una área de disputa entre ambos sectores de poblamiento. Asimismo, las tierras al norte ribereño eran ocupadas eficazmente por las estancias jesuíticas, cuyo sistema de desecación de terrenos inundables en el sector de los esteros del Iberá brindaba un alto índice de productividad. Ellos aprovechaban zonas como las denominadas Tranquera de Loreto y San Miguel, el rincón de Loreto y San Miguel, el Rincón de Santa María, Santa Tecla, entre otras.

El año 1768 marcó el fin de la experiencia misional de los jesuitas de la Compañía de Jesús. Estos habían “evitado” celosamente el acercamiento de los guaraníes con el criollo. La expulsión dio lugar a la apertura del mundo misionero produciéndose una fuerte migración de guaraníes cristianizados con el consecuente proceso de mestización.

La estructura social en los inicios del siglo XIX impedía al mestizo acceder a las tierras ganaderas del Iberá y en este marco solo lograba insertarse como peón de estancias. No obstante, este sistema productivo no requería mayoritariamente de mano de obra. A mediados del mismo siglo, el mestizaje era un fenómeno étnico en franca evolución. Martín De Moussy en su "Descripción Geográfica y Estadística de Corrientes" (1860-1864) comentó que “ya no quedan indios puros. A partir de 1852 comenzó a establecerse un gran número de extranjeros que se casaron en la región en su mayoría”.

Posteriormente hacia el área ribereña se concretaría la venta de tierras fiscales, dedicadas a la actividad ganadera. La escasa población en el centro de la provincia seguía sobreviviendo de la caza y de la pesca, enfrentadas a un sistema productivo que no requería demasiada mano de obra.

En este contexto, los esteros permanecían poco explorados por la falta de buenas pasturas, y obligaba al poblador a su más antigua tradición de aborigen cazador pescador, ahora como una etnia hondamente mestizada con la sangre hispana.

A fines del siglo XIX se realizaron proyectos de colonización y entre 1909 y 1913, durante la gobernación de Juan R Vidal se reinició la asignación de tierras para el colonato.

En 1910 se sancionó la nueva ley de colonización, que autorizaba al gobierno provincial a adquirir terrenos particulares con el propósito gubernamental de adjudicar los lotes por un valor no menor al gastado en su compra. Los colonos más pobres, en particular el mestizo habitante del estero, quedaron nuevamente excluidos de la tenencia legal de tierras.

El inicio del siglo XX marcó el epílogo del proceso de mestizaje y una política estatal y distributiva que marginó al habitante del estero, que imposibilitado de adquirir tierras, se vio obligado a continuar con las prácticas tradicionales de subsistencia.

La comercialización de pieles y cueros de animales silvestres sirvió durante muchos años para que el poblador del Iberá contara con una forma de subsistencia a través de la comercialización de animales silvestres, o bien directamente cazando animales para su alimentación. Esta actividad se desarrollaría sin inconvenientes hasta 1983, año que marca el comienzo de políticas de preservación de los recursos naturales que comienzan a implementarse en nuestro país. En la Pcia. de Corrientes se crea la Reserva Natural Iberá a través de la ley Nº 3.771 del 15 de abril de 1983, convirtiéndose en el principal instrumento legislativo para el control de la misma. Esta ley sería complementada por la ley Nº 4.333 que trata sobre la creación de un Fondo de Promoción y Salvaguarda de la Flora y Fauna de la Pcia. de Corrientes. También se sancionó la Ley 4.736/93 que define las categorías de manejo de las áreas naturales protegidas.

Con la aplicación de estos recursos legislativos por parte de las autoridades provinciales, se inició una etapa de franca regresión de la cacería furtiva, y, progresivamente, los antiguos cazadores fueron dejando su antigua actividad y buscando nuevos medios de supervivencia.

En la actualidad, en los Esteros del Iberá y su área de influencia es notable el crecimiento de la oferta turística. Ya existen varios emprendimientos de turismo ecológico o de aventura. Esta actividad representa una alternativa económica importante para este humedal.